Uno de los sueños eróticos más intensos que tuve desde que casi era pibe, fue el de poder disfrutar de una noche de pasión extrema con un gimnasta o luchador tipo Noah, morenito, superfibradito, pero sin musculaturas desmesuradas, que me utilizara como un toy, que decidiera él cómo y de qué manera me daría placer y me enseñara a que yo se lo ofreciera.
Fue un sueño, y sigue siéndolo, incumplido, aunque todavía creo que alguna oportunidad de entregarme a un caramelito como este pibón quizá me aguarde.