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La mula [/font]
Sinopsis:
Juan Castro es un cabo más preocupado por la suerte de su mula que por el resultado de la Guerra Civil española. Pero, sin quererlo, al atravesar la línea del frente con el animal terminará convirtiéndose en héroe de guerra.
CRITICAS
Carlos Marañón, "Cinemanía"
De tanto retratar la posguerra, el cine español se había olvidado de la guerra. De la mera contienda, de la sangre y los tiros, de los cabos furrieles y los alféreces provisionales. Y resulta que, disculpen la osadía y la provocación guerrera, casi se agradece un poco de trinchera desnuda, con la mala hostia al raso y los bandos cara a cara, ante tanta represión, tanto sufrimiento (a veces muy mal contado), tanto olor a habitación cuarenta años cerrada y tanto debate político interesado alrededor de nuestras películas. La mula intentó no apelar a las excusas presupuestarias y logísticas que han dificultado en España el enraizamiento de un género tan clave en la historia del cine como el bélico, pero se topó con otros problemas que retrasaron, lastraron y dejaron la película inacabada primero y parcheada después. Sin embargo, la decisión de hacer un montaje único con del material original y el añadido es respetable. Y acertada. Valiente, incluso. Porque los problemas técnicos son evidentes, llamativos: el raccord, la concordancia entre planos, la continuidad espacial, las diferentes texturas e iluminaciones… Y aun así, La mula funciona. En su esencia, con ese MacGuffin berlanguiano, casi un oxímoron a la medida del filme: un animal con ecos a La vaquilla y paridad argumental, que no real, con el War Horse de Spielberg. Y desde el principio, en un campo de batalla rastrojero pero intenso, que se nos abre a un pueblo (un escenario espléndido, por cierto, sin recreaciones rancias, verosímil) donde tras el baile siempre anochece, que no es mucho. Todo bien apoyado por la fuerza del batallón de secundarios en grupo que rodean a un Mario Casas como nunca le habíamos visto antes. Su mejor trabajo, a la altura de María Valverde en un registro nuevo, regalo de la novela de Eslava Galán, que escribió una de esas historias de la Guerra Civil que no van a gustar a nadie. Excepto quizá a este crítico. Porque no se señala al malo con el dedo facilón, sino que se deja que las imágenes (con una musiquilla cargante, eso sí) demuestren, como en el avance final por el páramo de las tropas nacionales, la miseria moral que se avecinaba tras una guerra insoportable.
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Javier Ocaña, "El País, cultura":
“Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo”, escribió Manuel Chaves Nogales en su clarividente prólogo de A sangre y fuego. Contienda, miedo, mentira. Algo de eso hay también en La mula, novela de Juan Eslava Galán que habla de humanismo y también de absurdo; de piedad y terror; de violencia y amistad; de ideales y confusión, de españoles convencidos con su causa y de otros que simplemente pasaban por allí y que, obligados por las circunstancias, actuaron según su modo y manera, con la fuerza del sentido común.
Dirección: Anónimo.
Intérpretes: Mario Casas, María Valverde, Secun de la Rosa, Jesús Carroza, Maite Sandoval.
Género: tragicomedia. España, 2013.
Duración: 100 minutos.
Comienza la película y, desde sus trincheras, cada bando grita las excelencias de la comida de la noche anterior. ¿Es La vaquilla, de Luis G. Berlanga? No, es La mula, de Michael Radford, alias Anónimo por culpa de otra guerra incruenta, esta económica y artística alrededor de la producción. En principio, sorprende que las dos películas arranquen exactamente igual. También que tengan a un animal como metáfora de una España apaleada. ¿Qué las separa, que las iguala? Las iguala su capacidad para reírse, a pesar de todo, y el rechazo de cualquier maniqueísmo. Las separa que el humor de Berlanga es ácido, atroz, punzante, negrísimo, y el de Eslava es más amable, más compasivo, de sabio del terruño. Así, La mula entronca con aquellas maravillosas películas alrededor de la guerra y el fascismo creadas en Italia por gente como Mario Monicelli o Luigi Comencini, a La gran guerra, Todos a casa y La marcha hacia Roma, a aquellas historias de cobardes y descaminados, de falsos héroes, de supervivientes que a veces eran más honorables que cualquier orgulloso guerrero.
De ambientación primorosa y meritorio trabajo con el acento jiennense, casi siempre conseguido por el trío protagonista, con vocales muy abiertas y destierro de eles, eses y eres finales, La mula probablemente tiene otra película dentro de la película. Y sin embargo, a pesar del desbarajuste fotográfico (secuencias nítidas mezcladas con otras de grano durísimo), hubiese sido una pena que este trabajo de Radford quedara en el limbo. Porque, como dice el estupendo Mario Casas en un desgraciado momento, lo que queda al final es el absurdo: “¡Me cago en la puta guerra, Chato!”.
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Rocío García, "El País,cultura":
Director: anónimo. Guion: Juan Eslava Galán y anónimo. Por primera vez en la historia del Festival de Cine de Málaga —esta es la 16ª edición— se ha presentado una película con sus creadores principales escondidos detrás de la palabra “anónimo”. Tras la renuncia de su realizador original, Michael Radford, a firmar esta historia tras un largo y durísimo enfrentamiento con la productora del filme Alejandra Frade, La mula ha sido defendida esta mañana por el autor de la novela, Juan Eslava Galán, arropado por dos de los actores protagonistas, Mario Casas y Secun de la Rosa, y la propia productora, que se convirtió, a su pesar, en una de las estrellas del encuentro.
Rara es la conferencia de prensa en la que el responsable de la producción recibe la mayoría de las preguntas. Pero este no es un proyecto al uso, es quizás uno de los más enrevesados y polémicos de la historia del cine en España. Las acusaciones, querellas y demandas han perseguido esta película, que también estuvo dos años parada en el Ministerio de Cultura por una demanda de “lesividad” en la época de Ignasi Guardans al frente del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales. Tal y como recordó ayer Alejandra Frade, el filme, después de un tortuoso periplo judicial, cuenta con todos los permisos oficiales para su estreno y con el sello de Cultura. A su director inicial, el británico Michael Radford, que abandonó el rodaje cuando quedaban cuatro días para finalizar, ya no le queda ningún recurso, según apuntó la productora. El realizador alegó que la empresa de Frade no había pagado los seguros obligatorios en esta coproducción con Irlanda.
Mientras los dos actores intentaban defender a sus personajes y su interpretación, magnífica todo hay que decirlo, los caminos iban por otro lado. Muchas preguntas quedaron sin respuesta. ¿Quién se esconde detrás de ese anónimo? ¿Quién se encargó de rodar esos cuatro días que faltaban para dar por finiquitada la película y que coinciden con el final de la historia? “Lo importante es que después de un periplo judicial largo hemos ganado la sentencia. Este es el final”, aseguró Alejandra Frade, que dijo ignorar los motivos por los que el entonces director del ICAA decidió “poner trabas a la película”. “Desconozco los motivos reales, pero el caso es que el juez los ha rechazado. Solo ellos pueden explicarlo, yo he sufrido las consecuencias de esa decisión”. El caso es que en esos últimos cuatro días de trabajo estuvo al frente del equipo un personaje, al parecer vinculado a Alejandra Frade, Sebastián Grosset, que incluso se ocultó bajo un pasamontañas para no ser reconocido por la situación tensa que se vivía.
Un largo periplo
La película estuvo dos años parada en el Ministerio de Cultura en la época de Ignasi Guardans como director del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA).
Michael Radford se enfrentó a la productora Alejandra Frade alegando que no había pagado los seguros obligatorios. Un juez le ha dado a ella la razón.
A cuatro días del final del rodaje, Radford abandonó y un tipo con pasamontañas (debido a la tensión que se respiraba) terminó de dirigir al equipo.
El filme, escrito por Juan Eslava Galán, cuenta los últimos días de la Guerra Civil a través de la mirada de un mulero. Se ha estrenado con una buena acogida.
Secun de la Rosa y Mario Casas se mostraron muy respetuosos tanto con el director, Michael Radford, como con la productora, y explicaron su presencia defendiendo la película. “Luchamos para que Radford volviera pero no lo conseguimos. Aunque no firme esta película, lo que está claro es que es suya. Cuando se fue nos quedamos muy solos, pero nuestros personajes los teníamos tan interiorizados que salió todo bien”, dijo Secun de la Rosa, mientras Mario Casas, después de una firme defensa de la lucha titánica de la productora por sacar adelante la película, añadió que fueron los propios actores los que se tuvieron que hacer cargo de finalizar con dignidad la película. “Nos quedamos solos y desamparados, pero nos habíamos dejado la vida y lo importante era acabar porque amamos nuestro trabajo”.
El filme, acogido con aplausos, es una historia basada en el padre del autor de la novela, que recorre los últimos meses de la Guerra Civil española en un pueblo de Andalucía a través de la mirada de un mulero (Mario Casas). “Es una historia sencilla y sensible en la que el verdadero protagonista es el descubrimiento de la dignidad. Es esa la conclusión que podemos sacar de todo ello”, ha asegurado el autor, que se ha declarado sorprendido por algunas afirmaciones que la tildaban de “historia con tinte fascista”. “El filme es un canto a la libertad, lo único que refleja es la historia de mi padre, un campesino, y de tantos otros en un momento trágico como fue la guerra”.